miércoles, 27 de febrero de 2013

Escrito98


Sigue lloviendo a través de esa ventana que recibió tantos amaneceres. Tantos jóvenes amores que se quedaron en la juventud en la que comenzaron. En Galicia llueve de otra manera.
Las gotas caen de la misma manera pero en nuestros corazones calan con más fuerza. Puede que estos acantilados y estas aguas furiosas con ellos, sean culpables de ese sentir.
La marea se agita con fuerza, los pescadores, miradas de experiencia en sus rostros, arreglan sus redes para volver a la mar. Ese lugar que les da y les quita tanto. Pero, que cuando quita, se lo hace a sus familias. Cuando decide provocar dolor, no lo hace llenando de agua a sus navegantes, ladrones de sus habitantes marinos, no, arranca las almas de las familias que esperan día a día, no el dinero de sus cargados navíos. Esperan el calor de sus amados marinos.

Algunos saben ya, que su alma no le pertenece a su familia ni a él mismo. Les pertenece a la mar que les puede robar el resto de su persona, cuando crea oportuno.

25/02/013 D.B.G. En clase, matando las horas.