jueves, 6 de septiembre de 2012

Desiderio

Mi abuelo es un hombre especial. Un hombre con el que, los hombres ya maduros, sueñan ser de mayores.
Quisiera tener de amigo a Hemingway, al menos unos minutos, para lograr la mejor descripción posible pero, intentare ser yo el buen descriptor. Ser el escritor. A sus ochenta y ocho años recién cumplidos, no sabe vestirlos. Es en lo único que encuentro defecto. El no muestra debilidad, falta de memoria o de senilidad, si me permitís decir una palabra tan fea. 
Este sastre que todos tenemos, no le encuentra las medidas a mi abuelo y al no poder dejarle sin edad le viste siempre igual. Otro tipo de sastre le hizo un traje de boda (en esa época y con esa guerra pasada no puedo aseguraros si era para él) que puede vestir, de verdad, a sus bien vestidos ochenta y ocho.  Pero, nos estamos liando con tanta moda y ya empezaríamos a hablar de la abuela y eso es otro capitulo. Continuemos.

 De mirada curiosa, como del niño que lo quiere saber todo. Ojos del color de la coca cola, arrugas que recogen todas las caras de los de su quinta y planta similar a la de uno de los faroles de Madrid,  siempre delgado, con muchos años a sus espaldas y cuando se enciende, te das cuenta de su importancia. 
Mi abuelo, cuando yace dormido nada mas caer en su sofá, esta apagado.  Cuando lo abandona, no hay mejor farol que él. 
Su luz es muy viva y nunca ha cambiado su bombilla, es muy elegante, de fulgor tranquilo y noble. Se atisba una nota de alegría y un toque de humor sano, en su brillo.
D.B.G.
A mi abuelo