Sigue
lloviendo a través de esa ventana que recibió tantos amaneceres. Tantos jóvenes
amores que se quedaron en la juventud en la que comenzaron. En Galicia llueve
de otra manera.
Las gotas caen de la misma manera pero en nuestros corazones
calan con más fuerza. Puede que estos acantilados y estas aguas furiosas con
ellos, sean culpables de ese sentir.
La marea se agita con fuerza, los
pescadores, miradas de experiencia en sus rostros, arreglan sus redes para
volver a la mar. Ese lugar que les da y les quita tanto. Pero, que cuando
quita, se lo hace a sus familias. Cuando decide provocar dolor, no lo hace
llenando de agua a sus navegantes, ladrones de sus habitantes marinos, no, arranca
las almas de las familias que esperan día a día, no el dinero de sus cargados
navíos. Esperan el calor de sus amados marinos.
Algunos saben ya, que su alma no le pertenece a su familia ni a él mismo. Les pertenece a la mar que les puede robar el resto de su persona, cuando crea oportuno.
25/02/013 D.B.G. En clase, matando las horas.
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